Los veranos son mágicos, evocan esa sensación de que cosas bellas y extraordinarias pueden pasar. Probablemente dicho sentimiento es suscitado por la atmósfera que los envuelve y nos lleva a un estado de contemplación, introspección y ensoñación permitiendo imaginar historias que rompen con la cotidianidad, nos dan permiso de ser otros y construir ficciones sobre nuestra vida.
La comida es vida, no solo porque alimenta nuestros cuerpos, sino porque nutre el alma. Los humanos hemos convertido el comer en una experiencia, un ritual, una práctica estética multisensorial. Creamos con los alimentos obras de arte y expresiones de amor.
A principios de los años sesenta del siglo XX, en una sociedad cada vez más industrializada, urbanizada, sumida en el consumo y alejada de la naturaleza, emergieron un grupo de artistas que concibieron a ésta como materia prima para hacer arte, pero no sólo eso, sino que buscaron crear en colaboración con ella, mostrarnos lo extraordinaria que es y llevarnos a mirarla nuevamente con ojos de niños(as), es decir, con una mirada de sorpresa, de asombro, de sentir que estamos ante algo mágico y único. Las obras de estos creadores(as) recibieron el nombre de Land Art o arte de la tierra.
Las galerías, como innovadores espacios de circulación del arte, fueron fundadas por personas conocedoras, amantes y promotoras de las artes, abiertas a otros lenguajes, buenas gestoras y administradoras; razón por la que, no es de extrañar, que el origen de las galerías en México sea femenino.
El arte tradicional se manifiesta y materializa de muchas formas. En el poblado indígena de Cuentepec, Morelos, las mujeres trabajan el barro desde que son niñas y cuecen sus piezas mientras echan tortillas al comal. Hay familias completas que se dedican a crear, como los Netzahualcoyotl, quienes desde 1898 trabajan en su taller textil en Tlaxcala con técnicas de tejido y teñido de colores que datan del México prehispánico como: añil y grana cochinilla. Y no olvidemos el arte huichol en Nayarit, los alebrijes de Oaxaca y CdMx, la cestería seri en Sonora, los tambores ceremoniales en Chihuahua, el bordado a mano en Campeche, la alfarería y cerámica mayólica de Aguascalientes. Estos son solo unos pocos ejemplos entre las muchas expresiones de arte tradicional que existen en nuestro país.
Traigamos a nuestra mente esos momentos en los que, al mirar por la ventanilla de un avión, quedamos sorprendidos ante un paisaje urbano compuesto por edificios y rascacielos bellos e imponentes. Esa belleza que reconocemos en la arquitectura moderna de muchas ciudades tiene su origen en una escuela de artes y diseño conocida como La Bauhaus, fundada en 1919 en Alemania.