07 May
07May

Desde hace varios días hay un calor intenso, el ambiente está seco y el cuerpo se siente agotado; pero el día de ayer, de pronto, comenzó a llover y experimenté esa lluvia como un acontecimiento profundamente bello y extraordinario que me dibujó una sonrisa, pero también me hizo pensar en cómo nos desconectarnos y dejamos de sorprendernos ante las maravillas cotidianas de la naturaleza. 

Este suceso trajo a mi mente a los artistas del Land Art o arte de la tierra y las prácticas artísticas por las que buscaron reconectar y reconectarnos con la tierra.


¿Recuerdan cuando éramos niños y al caminar por un bosque, el campo o la playa, recolectábamos piedras, piñas de pino, ramas, flores, conchitas y cristales de colores pulidos por el mar? Esos objetos, regalos de la naturaleza, se convertían en tesoros encontrados y recuerdos de nuestras exploraciones como pequeños viajeros. ¿Recuerdan igual cómo con ellos jugábamos, nos ensuciábamos las manos, los apilábamos o convertíamos en otras cosas? Una rama podía ser una espada o un gran lápiz para dibujar sobre la tierra, un caracol de mar podía transformarse en una caja de música de viento y con flores silvestres era posible hacer un bello collar. Luego crecimos y dejamos de prestarle tanta atención a nuestro entorno natural.

A principios de los años sesenta del siglo XX, en una sociedad cada vez más industrializada, urbanizada, sumida en el consumo y alejada de la naturaleza, emergieron un grupo de artistas que concibieron a ésta como materia prima para hacer arte, pero no sólo eso, sino que buscaron crear en colaboración con ella, mostrarnos lo extraordinaria que es y llevarnos a mirarla nuevamente con ojos de niños(as), es decir, con una mirada de sorpresa, de asombro, de sentir que estamos ante algo mágico y único. Las obras de estos creadores(as) recibieron el nombre de Land Art o arte de la tierra. Sus creaciones implicaron que los artistas se desplazaran a mares, ríos, montañas, desiertos, bosques y otros sitios naturales, donde construyeron piezas de arte vivas utilizando e incorporando los materiales, formas y posibilidades que cada espacio les daba.


Los artistas del Land Art intentaron relacionarse con el paisaje y la naturaleza desde otro lugar que no fuera el de la posesión, dominio y explotación de ésta, sino a partir de un vínculo espiritual con ella y con el deseo de construir una interacción profunda con la tierra. De ahí que sus prácticas artísticas dialoguen con las formas en las que acontece la naturaleza, ya que éstas son intervenidas y transformadas por el viento, la lluvia, la temperatura, el crecimiento de las plantas, la erosión de la tierra, el tiempo.

Contrario a la idea más extendida que solemos tener respecto a que las obras son para conservarse, coleccionarse y permanecer por siglos; el arte de la tierra nos coloca frente a lo efímero, nos recuerda que todo es transitorio, muestra la transformación como algo ineludible y nos deja ver que el arte no solo son objetos, piezas físicas, sino que el arte puede ser aquello que se experimenta en un momento, en un instante presente como algo extraordinario que activa múltiples sentidos y de lo que solo queda una huella emocional, una imagen mental, un recuerdo o sensación significativos.Robert Smithson, Denis Oppenheim, Walter De Maria, Richard Long, Nancy Holt, Christo y Jeanne-Claude y Andy Goldsworthy son sólo algunos de los artistas precursores y representativos del Land Art, neo vanguardia que poco a poco comenzó a extenderse por todo el mundo.

En México es de destacar el trabajo que realizó la artista Helen Escobedo (1934-2010). Las creaciones de estos(as) y otros(as) artistas nos conducen a contemplar la construcción y corta vida de una escultura hecha con hielo y ramas, una tormenta eléctrica que dibuja el cielo con su luz y energía, un espiral que comunica la tierra con el agua, la magia del sol iluminando el desierto o un bosque intervenido con sillas que lo transforman en un paisaje utópico.

El arte de la tierra —que continúa generando eco en el arte contemporáneo— nos invita a contemplar con detenimiento y sorpresa nuestro entorno. Dado que sus creaciones, al igual que la naturaleza, están en continua transformación, de ellas, además de la experiencia, solo quedan registros fotográficos o en video. Mirar esas imágenes, así como volver a traer a nuestra mente los recuerdos de una infancia en contacto con la naturaleza y dejarnos sorprender por ella desde las artes, quizá sean una oportunidad para continuar despertando en nosotros el deseo de relacionarnos con ella de formas más afectivas, respetuosas, responsables, empáticas y sensibles.

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